06 septiembre 2010


Sentado estaba contemplando el ocaso de mi mente
Cuando algo extraño despertó mi letargo de manera profana
Sentí el rayo, que en el oscuro cielo danzaba jocosamente
Encendiendo el mal que asomaba a mi ventana

Y busqué aquel candelabro que quedaba como único amigo
Para que alumbrara mi camino al descanso,
Despidiendo mi salón, aquel, mi gran abrigo
Para salir al exterior, como un cordero manso

La lluvia acabó con la luz de mi compañero
Mientras aquel mal desafiaba lo conocido
Eludiendo la razón del mundo entero
Desafiando al miedo que habíamos perdido

¿Quién eres tu que irrumpes en mi muerte?
Pregunté sintiendo el frío infierno de aquel sin igual
Desafiando sin trampas a la suerte
Deseando que su enfado produjese mi final

Yo soy el que decide tu momento

Respondió con la voz violada de un ser divino
Retumbando en cada árbol como un triste lamento
Alejando las ansias de mi auténtico destino

Con su voz sentí, como una joven entregada
El rasgar de mi carne, embriagado de placer
Vi bailar la cadena perlada
Devorando mi alma, vi mi sangre caer

Y aún destrozado opte por soñar
Mientras una pérfida sonrisa robaba mi calor
Ante mi fin, ante mi cuerpo profanado
Pude sentir el placer en el dolor