10 marzo 2010


Una vez dos ranas cayeron dentro de un ánfora de leche. Sin ser capaces de conseguir salir por mérito propio intentaron defenderse todo el tiempo posible, pero no parecía que tuvieran posibilidad alguna de supervivencia.


Una de ellas, dejó de mover sus patas, resignándose a la muerte que le esperaba en aquel interior. "No hay nada que podamos hacer" - dijo convencida intentando que su compañera tomase el mismo camino.

Sucumbiendo a la trampa, la rana murió ahogada mientras la otra, totalmente en contra de perecer allí dentro, comenzó a mover las patas con tanta rapidez que la leche cuajó, se hizo mantequilla y al conseguir más volumen, pudo escapar de allí con suma facilidad, dejando atrás el cadaver de su compañera.

Que evidente queda la moraleja de este cuento y que difícil es aplicarlo a nuestras vidas cotidianas. A menudo nos rendimos con facilidad en determinados casos, e incluso cuando te das cuenta que la otra posibilidad es más que evidente, acabas abrazando la más incómoda o la que a la larga te supondrá un arrepentimiento.

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