09 junio 2005

Dicen... que hubo una vez un guerrero que, en medio de una gran batalla que no había elegido vivir, se aventuró espada en mano a combatir sólo. Decidió la soledad para evitar ver morir a sus compañeros, decidió la oscuridad para ocultar aquellos horrores que danzaban a su alrededor. Eligió el camino más largo para ser el último en llegar a cualquier parte.

Lucharía hasta el fin de sus días, sabiendo que aquella lucha diaria que le rodeaba lo mantendría lo suficientemente alejado del mundo normal, alejado de heridas que no se curan con vendas ni con reposo, inmerso en barro, sangre, odio, competitividad, enfrentamiento con tal de evitar el dolor para el cual que no había sido entrenado.

En una ocasión, tras varias lunas de combate, llegó a un río donde lavar sus malogradas heridas. Sentado sobre la roca observó como en el río, reflejado con la luz de la luna, había un rostro de una bella muchacha de oscuros cabellos, con una sonrisa que rivalizaba con fuerza al reflejo de la luna, con una mirada que hizo que el caballero se adentrara en el río para acercarse a aquella dama, para acariciarla, abrazarla y dejarse caer rendido en sus brazos.

El río cubrió al guerrero, que siguió el rumbo de aquella imagen hasta que el guerrero desapareció en la profundidad del río.

Ahora... solamente la mano de aquella que provocó el reflejo podrá sacar al guerrero de su fría celda de confusión.

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La cita de hoy, bastante curiosa:

"No confíes tu secreto ni al más íntimo amigo; no podrías pedirle discreción si tú mismo no la has tenido."

-Beethoven-

2 comentarios:

Sandy Gallia dijo...

yo confio mis secretos a mis amigos, confio en ellos como en mi misma

AnnaRaven dijo...

*abrazo*
parecía que lo necesitabas, no sé